MÁS HISTORIA
CINCUENTENARIO DEL RESTABLECIMIENTO DE LA CEREMONIA DEL DESENCLAVO.
Hace ahora medio siglo, el Viernes Santo día 8 de abril de 1955, se restableció una antigua ceremonia franciscana, que la Orden de Menores y la V.O.T. habían venido realizando hasta el año 1834 todas las tardes del Viernes de Pasión en el convento de San Francisco y cuya práctica se había perdido por causa de la exclaustración: esta ceremonia no es otra que el Acto del Desenclavo
La representación escénica y el culto público de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo que perviven en la tradición católica de nuestra patria española tienen su origen en el franciscanismo, de igual manera que a San Francisco de Asís se debe la introducción en el pueblo cristiano de otras expresiones de piedad y espiritualidad popular tan importantes como la costumbre navideña, hoy en día extendida por todo el orbe, de escenificar el nacimiento del Señor con el tradicional Belén de figuritas de barro. No es de extrañar por tanto, que la ciudad del Sacramento también fuera moldeando siglo tras siglo su religiosidad en estas muestras de arte y sentimiento influenciada por la seráfica hermandad, que nos impregnó de estas recogidas costumbres, conservando en la actualidad, como preciado recuerdo de sus antepasados, la tradición de representar de un modo escénico algunos de los pasos de la Pasión y Muerte del Hijo de Dios.
En los claustros del antiguo convento de San Francisco (hoy en día sede del Museo Provincial y de la parroquia de San Pedro) se interpretaban, ya antes del siglo XVII en los días de Semana Santa, las principales escenas de la Pasión, acudiendo todos los lucenses a presenciar estas dolorosas y conmemorativas ceremonias, que se tenían que repetir en varias sesiones, pues aún cuando los claustros eran amplísimos, no podían dar cabida a las gentes que venían incluso de los pueblos inmediatos.
Buena prueba de todo lo dicho hasta ahora lo constituye el hecho de que otras devociones fomentadas desde ese mismo siglo en el pueblo de Lugo por los Religiosos Franciscanos, sirvieran de germen de los futuros desfiles procesionales cuando, conforme al orden litúrgico y al modo introducido en otras ciudades, se las desposeyera del carácter que tenían en el claustro dándoles la expresión propia de la calle. Es el caso de la devoción a la Virgen de la Soledad, advocación bajo la que todavía hoy se mantiene la capilla de la Orden Franciscana Seglar, actual denominación de la Venerable Orden Tercera de San Francisco V.O.T., e imagen que junto a la del Cristo Yacente constituían los pasos de la procesión más antigua de nuestra Semana Grande: la Procesión del Santo Entierro organizada por la V.O.T.
De esta capilla de la Soledad, inaugurada en noviembre de 1698, todos los Viernes Santo, después del sermón del Desenclavo que comenzaba a las cinco de la tarde y que era predicado por un fraile de San Francisco, salía esta procesión con los fieles distribuidos en dos filas de a tres en fondo, excepción hecha de los años comprendidos entre 1808 y 1812 durante los cuales esta capilla, propiedad de la Venerable Orden Tercera, se vio obligada a interrumpir el culto a la imagen de la Virgen de la Soledad a causa de la invasión napoleónica profanadora del templo, que lo convirtió en caballeriza y establo del ejército francés.
Hace ahora medio siglo, el Viernes Santo día 8 de abril de 1955, se restableció una antigua ceremonia franciscana, que la Orden de Menores y la V.O.T. habían venido realizando hasta el año 1834 todas las tardes del Viernes de Pasión en el convento de San Francisco y cuya práctica se había perdido por causa de la exclaustración: esta ceremonia no es otra que el Acto del Desenclavo, que desde ese mismo año y hasta la actualidad viene celebrándose ininterrumpidamente todos los Viernes Santo a las seis y media de la tarde en la Iglesia Conventual de los RR. PP. Franciscanos, organizado por la Cofradía del Desenclavo del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima con el inestimable apoyo de la comunidad franciscana. No ha de olvidarse que una década antes y a iniciativa de la V.O.T., la Cofradía del Desenclavo se había erigido canónicamente en ese lugar, siendo por tanto la primera de las cofradías penitenciales que desfila por las calles de nuestra ciudad, además de la decana de cuantas componen la Semana Santa lucense.
La idea de este restablecimiento, que rondaba en la mente de las Juntas Directivas de la V.O.T. y la Cofradía del Desenclavo desde hacía varios años, comenzó a tomar forma a mediados del mes de marzo de 1954 a iniciativa del por entonces Reverendo Padre Director de la V.O.T., Consiliario de la Cofradía del Desenclavo y Guardián del Convento, Fray José Villaronga Trigo, O.F.M. Así, se decide encargar el proyecto de una imagen tallada de un Cristo articulado y los objetos necesarios para la realización del Acto a los afamados talleres del imaginero santiagués D. Ángel Rodríguez Puente, del que ya se conocía su labor artística por haber sido el autor del grandioso y espectacular Paso del Desenclavo del Señor concluido en 1948 que tanta admiración despertaba entre los fieles lucenses.
Dada la premura de tiempo se intentaba, si técnicamente era posible, realizar el Acto la inmediata Semana Santa, que ese año caía entre el 11 y el 16 de abril. Por ello, el boceto y el presupuesto son aceptados con celeridad, lo cual no impide que resulte del todo imposible conseguir el compromiso del artista de concluir el trabajo a tiempo, decidiéndose de mutuo acuerdo, recibir la obra terminada antes de la Semana Grande del siguiente año. Pasado exactamente ese tiempo, y a consecuencia del retraso propiciado para hacer coincidir su envío con otro procedente también de Santiago de Compostela de un nuevo manto negro bordado en oro para la Virgen de la Soledad, abaratando de esta manera los costes de transporte, el día 1 de abril de 1955 llega a Lugo en un camión de la Empresa Montaña la imagen de Jesús Crucificado para el Descendimiento del Viernes Santo, popularmente conocida entre el pueblo como el Cristo del Desenclavo.
Desde ese día se venera en la Iglesia Conventual de los RR. PP. Franciscanos de nuestra capital, dentro de una urna situada debajo del Altar del Cristo de la Salud, al lado del cual se colocaron en un cartel las debidas indulgencias concedidas por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Lugo en esa época, Dr. D. Rafael Balanzá y Navarro. Se trata de una imagen articulada de línea barroca a tamaño un poco superior al natural, esculpida en madera de cedro policromada con jirones de piel en hombros y rodillas, de un metro y ochenta centímetros de alto por dos metros y veinticinco centímetros de ancho, tomando como referencia la cruceta formada cuando se extienden los brazos, y es adquirida por los Religiosos Padres Franciscanos del Convento de Lugo íntegramente de sus fondos propios, con los que también fueron sufragados los gastos de transporte e instalación. Otro momento destacado en la historia de la imagen tiene lugar el Viernes Santo día 13 de abril de 2001, cuando este Cristo del Desenclavo desfila por vez primera en una carroza portada a hombros por costaleros de la Policía Autonómica, actual Hermano Mayor de Honor de la Cofradía del Desenclavo, acompañando la Procesión del Santo Entierro, siendo en este caso, la pionera y hasta el momento única imagen que procesiona de este modo en toda la historia de la Semana Santa lucense, teniendo en cuenta que otros pasos diferentes en el pasado lo hicieron siempre en andas.
La primera de las ceremonias restablecida se realiza en la Iglesia de los Franciscanos el día 8 de abril de 1955, como hemos dicho anteriormente, a las cuatro de la tarde, contando como predicador con el también citado Padre Fray José Villaronga Trigo. Dada la enorme expectación creada y en espera de una gran cantidad de público asistente, se instalan altavoces en la fachada del convento para que las personas que previsiblemente se pudieran congregar en la Plaza de España puedan seguir al orador. Como se esperaba, el primer Acto del Desenclavo resulta, además de muy emotivo, concurridísimo, llegándose a juntar tal muchedumbre de fieles, que pese al gran aforo del Templo la mayoría tuvo que contentarse con oír la sentida plática desde la calle, siendo tan prolongada la fila de devotos para besar los pies de la imagen del Cristo del Desenclavo al terminar el Acto, que los últimos tuvieron que esperar casi una hora para poder realizar su fervorosa muestra de piedad. Este éxito de asistencia, junto con el de los primeros años, hicieron meditar más adelante a la Cofradía del Desenclavo sobre la necesidad de realizarlo en plena calle, intención que acabo desechándose por las peculiares características climáticas lucenses propias de la estación del año correspondiente a la Semana Santa.
El Acto del Desenclavo consiste, grosso modo, en la escenificación realizada por los hermanos de Vara pertenecientes a la Cofradía de igual nombre, del Descendimiento del Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y la posterior entrega del mismo a su Madre Santísima, a semejanza de lo hecho por José de Arimatea y Nicodemo, seguidores ocultos de Jesús, miembros del Sanedrín y personajes de relieve e influencia en Jerusalén, los cuales pidieron el Cuerpo del Divino Maestro para embalsamarle y darle digna sepultura, dejando un maravilloso ejemplo de valentía y de desprecio al respeto humano en los difíciles tiempos de persecución religiosa que los católicos debemos imitar; tal y como se describe en los pasajes Evangélicos. La acción efectuada por los cofrades es dirigida en todo momento por el predicador que además va explicando a los presentes todo lo concerniente a estos Hechos.
Finaliza el culto con la exposición del Cristo Descendido encima de un estrado, reverenciado y besado en los pies por los allí congregados. Treinta años después, en la década de los ochenta y durante unos pocos años, serían también soldados del Ejercito Español los encargados de ayudar a los hermanos cofrades en la ejecución de esta labor con su bizarra marcialidad, concretamente la Compañía de Operaciones Especiales COE 82 en el papel de Hermano Mayor de Honor de la Cofradía del Desenclavo desempeñado hasta su traslado y posterior disolución.
Durante los tres primeros años, la imagen de la Madre Santísima utilizada en la ceremonia, a quien se le presentan los atributos de la Pasión y se entrega el Sagrado Cuerpo es, como se puede observar en las fotografías adjuntas del primer Acto del Desenclavo, la Virgen María del Paso del Desenclavo del Señor desmontada y colocada sobre una tarima. A partir del año 1958 se usa una nueva imagen de vestir a tamaño natural, de un metro y sesenta centímetros de alto, encargada al taller de Carballido en Santiago de Compostela, y adquirida expresamente por la Cofradía para dicho Acto y también como futuro nuevo Paso dedicado a la Santísima Virgen de los Dolores. Dicha imagen es expuesta a la veneración desde ese momento y hasta la actualidad en el primer altar que se encuentra una vez traspasada la entrada, del lado del Evangelio de la Iglesia de los Franciscanos.
Esta Virgen está muy ligada al diario “El Progreso”, y así queda recogido varios años en sus hojas, debido principalmente al hecho de que, su precioso manto confeccionado en Valencia con terciopelo negro bordado en oro y estrenado en el año 1965, es donado a nuestra Cofradía por un grupo de mujeres devotas, entre ellas algunas muy vinculadas con el rotativo lucense como las hermanas de Cora Sabater y Dª. Eva Paradela. La referida prenda, de gran tamaño y valor artístico, fue lucida desde esa fecha con espectacularidad todos los años por la Santísima Virgen de los Dolores durante la ceremonia del Acto del Desenclavo, así como los tres años que la meteorología permitió celebrar la Procesión de la Virgen de los Dolores durante la segunda mitad de la década de los sesenta hasta su desaparición en 1970 por acuerdo tomado en la Junta de Cofradías de Semana Santa.
Finalmente, como colofón a este artículo cabe recordar la escasa atención dedicada a este Acto del Desenclavo durante un buen montón de años en la época de declive de la Cofradía, de la que todos fuimos un poco culpables, que llevó al periódico “El Progreso” a lamentar desde sus páginas el día 10 de abril de 1977 la poca publicidad que del mismo se hacía; prueba de ello es la realidad incuestionable de que, ni en los propios programas de mano elaborados por la Junta de Cofradías de Semana Santa de la época se menciona su celebración, teniendo que ser mediante ruego elevado a dicha Junta por el Hermano Mayor D. Jesús Cora Sánchez en la reunión celebrada el día 22 de marzo de 1976, cuando ésta acuerde incluir la información en lo sucesivo, o el hecho de que una gran parte de los cofrades, e incluso de los mismos directivos de las demás Cofradías Penitenciales de Lugo, nunca hubieran acudido a esta ceremonia hasta finales de los años noventa ni tuvieran conocimiento de su realización, dejadez que no se explica siendo como es uno de los actos más emotivos y singulares de cuantos componen nuestra Semana Grande, el cual ninguno de los ciudadanos de nuestra capital debería dejar de presenciar aunque sólo fuese una vez en la vida, tan valorado, entre otros, por el insigne intelectual Vicente Risco que así, en pocas palabras tan bien lo describió: “...é o Desenclavo, dun dramatismo que fai romper en prantos e xemidos a maoría dos fieles que enchen o fermoso templo.” .
EFEMERIDES DE LA COFRADIA DEL DESENCLAVO DEL SEÑOR Y DE LOS MAYORES DOLORES DE MARIA SANTISIMA
Con fecha 3 de diciembre del año 1955, siendo Hermano Mayor D. Manuel Sández Figueiras, el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Lugo, Dr. D. Rafael Balanzá y Navarro concede que al título de Cofradía del Desenclavo del Señor, se añadiese “y de los Mayores Dolores de María Santísima”, quedando por consiguiente en lo sucesivo con el título de Cofradía del Desenclavo del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima (Libro de Registro del Obispado de Lugo, 1955).
En su precursora labor de divulgación de los diferentes cultos propios de la Semana de Pasión, esta distinción determina que la más antigua Cofradía Penitencial de Semana Santa fundada en nuestra ciudad, inicie hace ahora cincuenta años un fecundo periodo de gracia en el que la propagación del nuevo culto a la Santísima Virgen de los Dolores, pasa a ser, juntamente con todos sus anteriores homenajes externos de respeto y amor relacionados con la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, la principal preocupación de los hermanos de vara. Comienza así un ciclo que llega a nuestros días en el que las actividades de la cofradía no se limitarán exclusivamente a los actos de la Semana Santa, sino que también tendrán una proyección devocional a lo largo de todo el año, tributando culto periódico a la Virgen bajo la advocación de los Dolores todos los viernes de Cuaresma y el día 15 de septiembre.
Como consecuencia, se producen algunos cambios de carácter menor que sólo afectan a la cofradía en cuestión, tales como la modificación del hábito de mortificación de los hermanos de vara, al sustituirse el escudo circular negro con la Cruz del Santo Sepulcro roja del capuz, por otro de color blanco con el corazón de la Virgen atravesado por siete espadas bordado que es el que actualmente podemos ver en el hábito de los cofrades, o la creación tres años después de la figura del Hermano Mayor Delegado del Culto a la Virgen; se producen también otros cambios de mayor calado que con el paso de los años acaban influyendo en el conjunto de las cofradías de la Semana Santa lucense: así, por primera vez en la historia de Lugo se introduce organizadamente a la mujer dentro de la estructura de una cofradía penitencial, con las limitaciones, claro está, que imponen las normas eclesiásticas de la época. De nuevo la Cofradía del Desenclavo vuelve a ser pionera en un tema de tanta importancia, siendo muchos años después, concretamente el día 28 de marzo de 1986, la primera cofradía lucense en permitir la salida como penitente de una mujer en sus filas.
La secuencia de los hechos es la siguiente: el día 23 de marzo de 1956, Viernes de Dolores, a las ocho y media de la tarde se celebra en la iglesia conventual de los RR. PP. Franciscanos la ceremonia de imposición de la medalla de Honor de la Cofradía a las señoras Dª. María Teresa Chousa de Del Valle, Dª. Leonor Basanta de Noreña, Dª. Pura Montenegro de Ameijide, Dª. Dolores Díez Lage de Manso, Dª. Ángela F. Ordóñez de Duplá, Dª. Aurelia Ron de Perejón y Dª. María López de Pedrosa, esposas de las principales autoridades. Tal imposición se llevó a cabo por parte del M. I. Sr. D. Miguel Novoa Fuente, chantre de la Catedral, prelado doméstico de Su Santidad y terciario de la congregación lucense, que además de fervoroso miembro de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, un par de meses después sería promovido a Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela. Con este acto se inaugura oficiosamente la rama femenina dependiente de la Cofradía del Desenclavo que internamente se ocupará del nuevo culto y públicamente tratará de propagar la devoción a la Santísima Virgen de los Dolores.
En la segunda mitad de año, la Junta Directiva de la cofradía eleva propuesta de autorización de la rama femenina a las autoridades eclesiásticas, designando en la misma a Dª. Justa Ramallo de Abella como la persona más adecuada para dirigirla en caso de que sea tenida en cuenta dicha petición. El día 11 de abril de 1957, el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Lugo, Dr. D. Rafael Balanzá y Navarro, en oficio emitido por la cancillería episcopal de acuerdo con la normativa del momento, contesta disponiendo que las cofradías de Semana Santa son exclusivamente de hombres y para hombres y en consecuencia no procede autorizar su creación. No obstante, dos días después, un nuevo decreto del mismo Prelado dispone que: “Bendecimos a la Cofradía del Desenclavo y ordenamos que, disuelta la Rama Femenina de la Cofradía y su junta directiva, las señoras que la integran se titulen únicamente comisión de Protectoras de la Cofradía en el orden económico y en el culto de Nuestra Señora.”, allanando así legalmente el terreno con un modelo adecuado de organización y solucionando de este modo definitivamente la situación.
A partir del mes de octubre de 1957 la cofradía se acoge legalmente a la fórmula de protección económica y culto de la Virgen de los Dolores ordenada por la Autoridad Eclesiástica, naciendo oficialmente las Hermanas Protectoras del culto a la Santísima Virgen de los Dolores, encargadas desde ese mismo momento de dotar a la cofradía del dinero suficiente para el sostenimiento de la nueva devoción, en donde tendrán un papel destacado muchas damas conocidas de la sociedad lucense hasta nuestros días, algunas de ellas vinculadas estrechamente con este diario “El Progreso” como las hermanas de Cora Sabater y Dª. Eva Paradela.
La presentación en sociedad, como no podía ser de otro modo, se realiza formalmente el día 28 de marzo de 1958, Viernes de Dolores, a las ocho y media de la tarde en la iglesia conventual de los RR. PP. Franciscanos. El solemne acontecimiento, presidido por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo Auxiliar de la Diócesis de Lugo, Dr. D. Antonio Ona de Echave revestido de pontifical, concluye con la imposición de las medallas con cordón morado y blanco de la cofradía a los nuevos hermanos de vara y de las medallas con cinta morada y blanca a las Hermanas Protectoras del culto a la Santísima Virgen de los Dolores, en total ciento treinta hombres y cuatrocientas mujeres.
HISTORIA DE LA PROCESIÓN DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES EN LUGO.
Las cofradías penitenciales y las procesiones de Semana Santa en España remontan su origen a la Baja Edad Media, consolidándose durante el Renacimiento las llamadas cofradías de sangre o de Disciplinantes de la Vera Cruz. Con la contrarreforma, al objeto de responder a las críticas de la herejía protestante a las penitencias, la Orden Franciscana favorece la expansión por todo el territorio nacional de las cofradías de penitentes y el culto a los santos. El espaldarazo definitivo lo pone el Concilio de Trento en su sesión XXV acordando favorecer a las cofradías penitenciales como medio de atracción laica a las manifestaciones pastorales y exhortando a los fieles a la veneración de las imágenes y a penitenciarse como acto de culto. Al amparo de este importante hecho, las cofradías que proliferan por conventos y parroquias alcanzan su máximo desarrollo entre 1570 y 1750, respondiendo a lo que se dio en llamar cofradía barroca o potenciadora de la exteriorización del desfile procesional con ayuda de imágenes de sereno y patético realismo sobre recargadas carrozas o tronos. Es por tanto desde el Concilio de Trento, cuando la imagen de la Virgen María portada en pasos comienza a incorporarse paulatinamente a las procesiones penitenciales de Semana Santa.
En la tarde del Domingo de Ramos de la Semana Santa que nos disponemos a vivir los católicos lucenses, la Cofradía del Desenclavo del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima restablece por segunda vez en la historia de la hermandad y tras un paréntesis de casi cuarenta años desde la última suspensión, la tradicional Procesión de la Virgen de los Dolores.
Son escasos los datos disponibles sobre la historia de esta procesión anteriores al pasado siglo XX. La causa, como siempre que tratamos sobre alguno de los distintos desfiles procesionales de la antigua Semana Santa lucense, se debe a que todos ellos fueron organizados desde sus inicios por la Orden Franciscana de Menores (PP. Franciscanos) y la Venerable Orden Tercera de San Francisco (VOT), en la actualidad rebautizada como Orden Franciscana Seglar (OFS), congregaciones que, como sabemos por otros artículos, tuvieron que soportar en los inicios del siglo XIX el saqueo de sus instalaciones por las tropas invasoras napoleónicas, con quema incluida de libros y documentación, y posteriormente, la confiscación de la práctica totalidad de sus propiedades impuesta por la arbitraria desamortización liberal.
Pese a todo ello, todavía disponemos de algunas pequeñas fuentes documentales rigurosas que nos informan que con anterioridad al año 1885, la VOT organizaba desde la Capilla de la Soledad la Procesión de la Virgen de los Dolores, la cual salía con una imagen de su propiedad el Domingo de Ramos en la ciudad de Lugo, como broche final de la Novena en honor a la Santísima Virgen de los Dolores que hasta ese año solía celebrarse en el lugar de forma que terminase siempre ese día. A partir de la fecha, la VOT acuerda que dicha novena comience siempre el jueves de la cuarta semana de Cuaresma para hacer coincidir su término con el propio día de Viernes de Dolores.
Una vez suspendida por primera vez la procesión a finales del siglo XIX, tenemos que hacer un viaje en el tiempo de casi ochenta años para descubrir su primer restablecimiento mediante la forma jurídica de ampliación del decreto 49 del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Lugo, Doctor D. Antonio Ona de Echave, de fecha 24 de enero de 1964. El documento de la cancillería episcopal autoriza la celebración de la Procesión de la Virgen de los Dolores, organizada en esta nueva andadura exclusivamente por la Cofradía del Desenclavo del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima, de momento “ad experimentum” por un año.
Habían pasado más de ocho años desde que el día 3 de diciembre de 1955, la cofradía iniciara oficialmente la propagación del culto a la Virgen de los Dolores, añadiéndose al título inicial de “Cofradía del Desenclavo del Señor” el nuevo de carácter Mariano de “y de los Mayores Dolores de María Santísima”. Durante este tiempo, la cofradía reúne los fondos suficientes para comprar en 1958, siendo Hermano Mayor D. Manuel Sández Figueiras, la conocida imagen del Paso de la Virgen de los Dolores que se venera desde esa fecha y hasta la actualidad en la iglesia de los PP. Franciscanos de la ciudad, talla inspirada en la efigie de una estampa procedente de Navarra proporcionada por el prelado Ona de Echave, entonces todavía Obispo Auxiliar. Junto a esta nueva imagen del paso, que será la que desfile siempre en este segundo periodo, la cofradía también compra por encargo en 1964, bajo la dirección del Hermano Mayor D. José López Buide, una espectacular carroza, la de mayor tamaño de toda la Semana Santa lucense, que además sirve para portar el Paso del Desenclavo del Señor en la Procesión del Santo Entierro, realizada por el imaginero vivariense D. Jose Otero Gorrita, autor, entre otras obras, del Vía Crucis de los Franciscanos de Lugo, la sillería de la Concatedral de El Ferrol y las carrozas de la Virgen de la Soledad, Buen Jesús, Nazareno, Santo Cristo del Perdón y Virgen de la Piedad de nuestra ciudad. Consiste en un anda de cuatro metros y treinta y siete centímetros de largo, por dos metros y ochenta y cinco centímetros de ancho, y un metro setenta y cinco centímetros de alto, estilo renacimiento, abarrocada, tallada en madera de castaño en color nogal, patinada la talla en semidorado con cuarenta candelabros dorados, y montada sobre un chasis metálico de cuatro ruedas con volante de dirección y freno. En las cuatro esquinas de la plataforma superior lleva unos candelabros con cinco faroles de hierro forjado y lacados en negro, y en la parte anterior y posterior de la misma, respectivamente, una jardinera de madera tallada de color semidorado. Todo el sistema de iluminación funciona activado por baterías situadas en el interior del armazón, eliminándose para siempre velas y cirios. Haciendo juego, se fabrica una peana tallada que servirá para colocar más elevado el Paso de la Virgen de los Dolores cuando ésta salga en procesión.
El último de los costosos bienes adquirido por la hermandad en este periodo de tiempo con vistas a engrandecer el nuevo desfile, es el valioso manto de gran tamaño confeccionado en 1965 en Valencia con terciopelo negro bordado en oro y adornado con pedrería y perlas, que es considerado por los entendidos como uno de las más valiosos que existen en la Semana de Pasión gallega. La imagen de la Virgen se adorna también con esta prenda, desde la fecha y hasta mediados de los años setenta, en las sucesivas ceremonias del Acto del Desenclavo y el 15 de septiembre; habiéndose restablecido esta costumbre nuevamente y hasta la actualidad, desde el año 1997 cuando la Cofradía del Desenclavo del Señor celebraba sus bodas de oro.
Burocráticamente, el trámite de autorización de la Procesión de la Virgen de los Dolores fue bastante largo, iniciándose cinco años antes con la propuesta presentada por el Consiliario de la Cofradía R. P. Fray Miguel Quecedo Ortega en la reunión celebrada por la Junta de Cofradías de Semana Santa de Lugo el día 11 de febrero de 1959 en la sala de juntas del Seminario Diocesano bajo la presidencia del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo Auxiliar de la Diócesis de Lugo Doctor D. Antonio Ona de Echave. Este prelado es el principal impulsor de la rápida concesión del permiso para la celebración del desfile una vez promovido al cargo de Obispo Titular y después de varios años de lenta ejecución administrativa. Si a este hecho unimos el dato anteriormente citado sobre el modelo de la talla y que fue él mismo en persona quien el día 28 de marzo de 1958, Viernes de Dolores, presidió el solemne acto de bendición de la imagen del paso y la imposición de medallas a los hermanos de vara y a las Hermanas Protectoras del culto a la Santísima Virgen de los Dolores, bien podemos afirmar que este primer restablecimiento de la Procesión de la Virgen de los Dolores se debe en gran medida a su empeño personal, además claro está, de la perseverante labor de las distintas directivas de la Cofradía del Desenclavo que supieron seguir adelante con el proyecto todo este tiempo sin desmotivarse.
Como punto final de los preparativos, el Hermano Mayor D. José López Buide consulta protocolariamente la opinión de la Junta de Cofradías en la reunión celebrada el día 21 de febrero de 1964 sobre cuál es el día idóneo para celebrar el nuevo desfile procesional, ya que se barajan dos posibilidades: bien el mismo Viernes de Dolores del calendario litúrgico de la época, o bien el Domingo de Ramos por la tarde que desde el año 1962 había quedado libre de procesiones al haberse producido el cambio de “La Borriquita” a la mañana. El día acordado definitivamente por ambas partes es el Viernes de Dolores que este primer año caía en 20 de marzo.
Al igual que había sucedido en 1952 con el primer intento de salida de todas las cofradías en aquel momento existentes acompañando la Procesión del Santo Entierro, la primera salida de la Procesión de la Virgen de los Dolores se frustra, cuando ya está la imagen de la Virgen colocada en su peana sobre la carroza, por causa del tradicional mal tiempo de Lugo en las fechas de Semana Santa, que tantos disgustos y desilusiones ha dado a las cofradías a lo largo de su historia. No hubo más remedio que recoger todo y esperar al año siguiente, 1965, para poder estrenar en desfile la nueva procesión, y así, el Viernes de Dolores día 9 de abril a las ocho de la tarde, la Procesión de la Virgen de los Dolores discurre por primera vez desde su recuperación por las calles lucenses escoltada por los hermanos de vara de la Cofradía del Desenclavo. El paso luce, además del ropaje de gala, el corazón con las siete espadas y la corona de plata de sus festividades, el espectacular gran manto valenciano. Es de lamentar un pequeño fallo, no previsto por los organizadores, que deslució un poco la vistosidad del manto: la falta de un armazón que extendiese debidamente el ornamento, incidencia que al año siguiente se subsanó. El itinerario seguido, partiendo desde el Convento de los PP. Franciscanos, fueron las calles y plazas: España, Reina, Santo Domingo, San Marcos, Bolaño Rivadeneira, Quiroga Ballesteros, Santo Domingo, Reina y España. La procesión del año 1966 discurre a la misma hora por el mismo trayecto, pero esta vez acompañada por la Banda Municipal de Música de Lugo. Llama poderosamente la atención de los fieles lucenses, según informan las crónicas periodísticas de la época, el precioso manto de la Virgen que esta vez iba colocado perfectamente, así como la asistencia de un elevado número de cofrades. El día 17 de marzo de 1967 a las ocho de la tarde, se celebra de nuevo el que por diversas circunstancias acabará siendo el último desfile de este período. En los años siguientes, 1968 y 1969, la intensa nevada y la fuerte lluvia respectivamente, impiden celebrar en ambos casos la procesión. A partir de esa fecha, se abre un ciclo de incertidumbre motivado por el debate creado con los cambios emanados del Concilio Vaticano II en relación al día de los Dolores, llegándose a aplazar pocas horas antes del comienzo del desfile las procesiones de los años 1970 y 1971. La cuestión se zanja en la reunión de la Junta de Cofradías de Semana Santa celebrada el día 19 de febrero de 1972, tomándose el acuerdo de suspender definitivamente, para adecuarse al nuevo calendario litúrgico, la celebración de la Procesión de la Virgen de los Dolores el antiguo día de Viernes de Dolores. La desilusión creada por todas estas vicisitudes adversas lleva a la Junta Directiva de la Cofradía del Desenclavo, presidida en aquel entonces por D. Jesús Cora Sánchez, a tomar la decisión de posponer para un futuro la posibilidad de realizar la procesión en otro día, situación que a la larga y por diversas causas ha durado hasta el presente año. En definitiva, la cronología de este desfile va por tanto desde el año 1964 hasta su desaparición en 1972, pudiéndose celebrar solamente al final tres de las ocho procesiones de la Virgen de los Dolores convocadas: las de los años 1965, 1966 y 1967.